viernes, 23 de agosto de 2013










LOS HERMANOS  MUSULMANES  EN  EGIPTO



Se dice que los Hermanos Musulmanes han ganado las elecciones celebradas recientemente en Egipto de manera acorde con las reglas democráticas.
   Pero a mí, la actuación previa a las elecciones de la organización de los Hermanos me recuerda extraordinariamente a la que se producía en años pasados en España – y en otros muchos lugares, desgraciadamente--, en la que se procedía a la compra de votos.
   Y se compraban de una de las maneras más despreciables: aprovechándose de las necesidades de los votantes.
  



Algo parecido es lo que hacía la organización de los Hermanos  Musulmanes: en pasados años, esta organización imperaba, por ejemplo, en la tristemente conocida Calle del Desagüe, en El Cairo, lugar del que, por cierto, a título de ejemplo, procedían los autores de los atentados del mes de abril de 2005.
   Los Hermanos ofrecían ayuda a las familias que se hundían en la miseria, mientras que los otros partidos políticos ni se preocupaban de los desventurados que malvivían como les dejaban los Amos; esto es un mérito de los Hermanos Musulmanes; pero la parte oscura del asunto es que luego pasaban cuenta por los favores prestados. Naturalmente, es de bien nacidos el ser agradecidos.
   No es fácil para la democracia afirmar sus raíces en una población que, todavía en el año 2005, de los 77 millones de habitantes que contaba  Egipto casi un 17 % vivía por debajo de los límites de la pobreza extrema; y entre las clases más bajas existía un 40 % de analfabetos.
  




La democracia necesita para  crecer y afirmarse una base de  cultura; unas organizaciones plurales con verdaderas ganas de cambiar  la  sociedad y, por desidia o malicia  de los gobernantes, eso no existe aún en Egipto; el pueblo sigue actuando a impulsos que se acaban en sí  mismos, privados de los medios adecuados para crear unas nuevas bases que permitieran a todos los ciudadanos el vivir mejor.  Y esas nuevas  bases no las construirán nunca los Hermanos Musulmanes, a quienes les conviene el perpetuar una situación de línea baja  material y mental de la población, pues de esa manera resaltan ellos con sus ayudas mínimas, para mantener el  pobre estado de los ciudadanos.



   A veces pienso que la llamada “Primavera Árabe” no fue otra cosa  que un concepto creado entre los culturalmente occidentales, que les gustó y lo utilizaron profusamente; que si los jovenes rebeldes egipcios (¿sólo los jovenes?), que si la democracia nueva que daría lecciones a la vieja y anquilosada democracia de Occidente, que si un gran fermento político...
   





Creo que en los países árabes estalló un gran descontento cuya base era de un profundo descontento social, no político; descontento provocado por la extrema pobreza, pero desprovisto de horizontes políticos. Quizá por ello no se cuidaron de organizarse políticamente y, conforme  creció la fuerza del movimiento, se encontraron desprevenidos ante el derrumbe del  régimen de Mubarak.








Ante la convocatoria de elecciones, la mayoría de organizaciones más o menos democráticas no se hallaban adecuadamente preparadas, mientras que los Hermanos Musulmanes, que NO participaron en absoluto de las manifestaciones, SÍ estaban preparados para aprovecharse del descontento general en su favor, cobrando con intereses sus ayudas a los más desfavorecidos. Pero ellos no son como el comandante Chávez.

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