LOS HERMANOS MUSULMANES EN EGIPTO
Se dice que los
Hermanos Musulmanes han ganado las elecciones celebradas recientemente en
Egipto de manera acorde con las reglas democráticas.
Pero a mí, la actuación previa a las
elecciones de la organización de los Hermanos me recuerda extraordinariamente a
la que se producía en años pasados en España – y en otros muchos lugares,
desgraciadamente--, en la que se procedía a la compra de votos.
Y se compraban de una de las maneras más
despreciables: aprovechándose de las necesidades de los votantes.
Algo parecido es lo que hacía la
organización de los Hermanos Musulmanes:
en pasados años, esta organización imperaba, por ejemplo, en la tristemente
conocida Calle del Desagüe, en El Cairo, lugar del que, por cierto, a título de
ejemplo, procedían los autores de los atentados del mes de abril de 2005.
Los Hermanos ofrecían ayuda a las familias
que se hundían en la miseria, mientras que los otros partidos políticos ni se
preocupaban de los desventurados que malvivían como les dejaban los Amos; esto
es un mérito de los Hermanos Musulmanes; pero la parte oscura del asunto es que
luego pasaban cuenta por los favores prestados. Naturalmente, es de bien
nacidos el ser agradecidos.
No es fácil para la democracia afirmar sus
raíces en una población que, todavía en el año 2005, de los 77 millones de
habitantes que contaba Egipto casi un 17
% vivía por debajo de los límites de la pobreza extrema; y entre las clases más
bajas existía un 40 % de analfabetos.
La democracia necesita para crecer y afirmarse una base de cultura; unas organizaciones plurales con verdaderas ganas de cambiar la sociedad y, por desidia o malicia de los gobernantes, eso no existe aún en
Egipto; el pueblo sigue actuando a impulsos que se acaban en sí mismos, privados de los medios adecuados para
crear unas nuevas bases que permitieran a todos los ciudadanos el vivir
mejor. Y esas nuevas bases no las construirán nunca los Hermanos
Musulmanes, a quienes les conviene el perpetuar una situación de línea
baja material y mental de la población,
pues de esa manera resaltan ellos con sus ayudas mínimas, para mantener el pobre estado de los ciudadanos.
A veces pienso que la llamada “Primavera
Árabe” no fue otra cosa que un concepto
creado entre los culturalmente occidentales, que les gustó y lo utilizaron
profusamente; que si los jovenes rebeldes egipcios (¿sólo los jovenes?), que si
la democracia nueva que daría lecciones a la vieja y anquilosada democracia de
Occidente, que si un gran fermento político...
Creo que en los países árabes estalló un
gran descontento cuya base era de un profundo descontento social, no político;
descontento provocado por la extrema pobreza, pero desprovisto de horizontes
políticos. Quizá por ello no se cuidaron de organizarse políticamente y,
conforme creció la fuerza del movimiento,
se encontraron desprevenidos ante el derrumbe del régimen de Mubarak.
Ante la convocatoria de elecciones, la mayoría
de organizaciones más o menos democráticas no se hallaban adecuadamente
preparadas, mientras que los Hermanos Musulmanes, que NO participaron en
absoluto de las manifestaciones, SÍ estaban preparados para aprovecharse del
descontento general en su favor, cobrando con intereses sus ayudas a los más
desfavorecidos. Pero ellos no son como el comandante Chávez.